En toda la obra de P. Errázuriz, existe una conciencia fina de la distancia material y simbólica que opera como separación y mediación, como intermediación, como cálculo, para reducir o ampliar la distancia entre objeto y subjeto. Esta distancia enunciativa abre la movilidad de campo necesaria para que la fotógrafa convierta su “punto de vista” en el agenciamiento crítico de una mirada que sabe perfectamente cómo no confundirse con el realismo existencial de lo fotografiado.
La mirada de Paz Errázuriz es pues una mirada que transita jugando con los códigos.
Por una parte recoge la presencia de unas ciertas figuras ya legendarias en el registro del trastorno urbano, pero, y eso es lo crucial en su trabajo, su mirada traspone la carencia física, la resta mental, el misterio y los dilemas que organiza la sexualidad para abrir unas cuantas interrogantes sobre los espacios y los cuerpos, sobre los territorios poblados y los eriazos sociales. Sobre el deseo del lugar.
Y son los espacios físicos los que –a la manera de un enigma– terminan por cautivar al ojo en el trabajo fotográfico de Paz Errázuriz. Asistimos a un escenario recorrido por las grietas, por la pintura mural descascarada, por las habitaciones a mal traer. Pero ese deterioro no convoca ningún síntoma de compasión sino, por el contrario, va hablando de una estética. Una estética dotada de gran rigor, de un sentido extremo como son los intersticios de la ciudad latinoamericana.
Realizada entre 1988 y 1991
Mientras trabajaba en el proyecto “La manzana de Adán”, Errázuriz recibió una beca Salomon R. Guggenheim, que le permitió terminar su trabajo sobre un tema que las autoridades militares consideraban extremadamente subversivo. Poco antes de finalizar el periodo de Pinochet, la fotógrafa pudo exponer la serie, alcanzando así el importante objetivo de mostrar un tema prohibido en una época en que todavía era difícil hacerlo. En 1990, al año siguiente del regreso a la democracia, las fotos se publicaron, junto con textos de Claudia Donoso. El libro titulado “La manzana de Adán”, representó un logro importante, algo que no podría haber ocurrido durante el periodo militar.
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Herzberg, Julia. (1993). “Historias recuperadas: Reflexiones sobre la trayectoria de doce artistas”. En Historias recuperadas. Aspectos del arte contemporáneo en Chile desde 1982. New Jersey: Rutgers/Clac, p.45.
El tango imágen de Paz Errázuriz -tango sin letra, música ni movimiento, pero congelado mayormente en los momentos claves en que se puede identificar el baile que bailan los bailarines- acusa la autenticidad del la representación de una representación.
Enrique Lihn, Abril 1988.
Este conjunto serial nos conduce a través del territorio austral para recoger las huellas de los últimos miembros de la etnia Kaweskar. Testigos terminales de las grandes abominaciones del siglo veinte, estos rostros fisurados buscan la mirada sensible del espectador.
La búsqueda del ser humano se puede realizar dentro de cualquier ámbito, pero reconozco que lo chileno -como dice Armando Uribe- tiene que ver con el desgarro y la precariedad, no debemos olvidarnos y reaccionar urgentemente ante la realidad que somos finis terra.
Como mujer estoy subordinada a un espacio determinado que me resulta natural explorar: lo marginal. Una necesidad de desatar amarras. Con mis fotografías construyo mi propia historia.
Pocas son las imágenes que nos hablan de la de privación. Estas fotografías ponen en evidencia la dureza del sistema carcelario en las instituciones psiquiátricas. Las impresionantes escenas de ancianas desnudas en el momento del baño, marcan el violento disciplinamiento social ejercido sobre el cuerpo.
Los boxeadores, son tal vez los retratos mas asociados al imaginario fotográfico de Paz Errázuriz. Personificaciones del sacrificio corporal en poses deportivas heroicas, con expresiones faciales ausentadas ante la cámara, parodian el abandono y la exigua pertenencia a las instituciones de reproducción de la vida social.
Las parejas de internos psiquiátricos desfilan ante la cámara de Paz Errázuriz para obtener el certificado de validez de su pasión. La artista retrata relaciones que en su radical singularidad cuestionan los convencionalismos sociales que regulan las prácticas de la convivencia.
Los personajes del circo aquí retratados nos remiten al símbolo de lo carnavalesco. Esta visión de trastienda, culmina con los avatares del mago que infructuosamente trata de devolvernos la ilusión. Enfatiza el contraste entre el falso encanto y la dimensión precaria y discontinua de estas vidas de esfímero esplendor.
Tratar continuamente de construir mi autorretrato, buscarme en los otros que fotografío, apoderándome de algo. Esta situación especular, donde la cámara es mi mejor aliada, me retrotrae continuamente a una identificación y a una ruptura a la vez.
Esta serie en proceso, la más reciente de Paz Errázuriz, reúne imágenes que pueblan cementerios a lo largo del país. El referente más directo está en la tradición de los ex votos, los retablos y la fotografía familiar coloreada. Sin embargo el recurso fotográfico, aporta nuevas estructuras de lenguaje al construir una puesta en abismo y abandonar la reflexión hacia el hechizo de la paradoja.
Cualquiera que despierto se comportase como lo hiciera en sueños sería tomado por loco.
» Sigmund Freud (1856-1939) Médico austriaco
La primera secuencia de imágenes de El sacrificio de Paz Errázuriz muestra a cerdos robustos comiendo afanados entrañas celestes y jacintas junto a chunchules blanquecinos como si fuesen elaborados tallarines. Este comienzo, que posteriormente nos damos cuenta, en su diacronía, es el fin, remarca una poética de un eterno retorno, circular, imagen infinita, donde las fronteras de comienzo y fin se (con)funden y resbalan, propia del genero apocalíptico, que la autora ya había utilizado en el montaje de Los nómades del mar. (Museo Nacional de bellas Artes, septiembre 1996). A través de esta figura, Errázuriz enfatiza el ciclo vital: muerte/fertilidad; sacrificio individual/beneficio colectivo; que desde el fondo de los tiempos, las diversas comunidades humanas han rendido tributo, cuando los dioses aún cohabitaban en ellas.
Plano Americano, Rita Ferrer. Catálogo El Sacrificio,
Galería Animal, Santiago 2001.
“Exaieresis” del griego Exo = fuera (griego) Ex = que se ha dejado de ser (latin)
Sinónimo: excisión
A taking out to surgically remove
ExERESIS: Del griego, escisión. bajo el concepto de un corte radical y traumático, la fotógrafa Paz Errázuriz agrupa estas imágenes escultóricas recolectadas azarosamente en distintos museos del mundo. Algo así como esculturas encontradas, estos torsos clásicos
se caracterizan por la ausencia del pene. Es esta omisión significativa lo que dramatiza el sentido y dispara la especulación: ¿Acaso el miembro fue amputado? ¿Y, si es así, bajo qué política quirúrgica? o, más patético aún, ¿el miembro viril se desprendió como un apéndice frágil y prescindible que nunca estuvo lo suficientemente adherido al cuerpo que lo sostenía? Lo que despierta la curiosidad visual de Paz Errázuriz es el carácter objetivo y científico --desprovisto de cualquier truco estético y de cualquier grandilocuencia retórica-- con que la cámara constata la ruina del símbolo fálico y la fragilidad del discurso de poder que lo sostiene.
Mena, Catalina. (2005). Librería Metales Pesados,
Santiago, Chile.
Nos es difícil percibir que el corazón de Paz, la andante, se ha quedado en Calbuco, emocionado, divertido, irónico y a veces triste. Su traslado, podemos decir, no ha sido en vano porque ‘ha enderezado la marcha’ para donarnos un paisaje insular que sobretodo es humano pues toma los matices de género y generación; pero que, más que nada, coloca en su centro el mestizaje en tanto símbolo y en tanto imagen somática que nos interpela en el cruce de historias y culturas que somos y que ella, la etnógrafa en movimiento, hace lenguaje en un tejido de cuerpos y oficios.
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Montecino, Sonia y Errázuriz, Paz. (2007). Los chilenos I,
Calbuco. Santiago de Chile: Galería AFA.